En sus conferencias. En la Argentina y en sus viajes por el mundo. En entrevistas, en descargos, en su cuenta de la red social X. Wokismo, los wokes, la cultura woke, la agenda del wokismo. La última vez fue este jueves en Suiza, cuando en su visita al foro de Davos, el presidente Javier Milei volvió a cargar contra una de las ideologías que más dice querer destruir.

Basura woke”, “boluprogres woke”, “imbéciles woke”, “si no sos woke, te matan, “socialismo cool”, “discurso woke hegemónico”. Esas son algunas de las oportunidades en las que el presidente Milei se refirió al concepto que llegó como una tendencia importada desde Estados Unidos. Según el diccionario Oxford, se define como: “Estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo”. Sin embargo, desde el ala más conservadora y de derecha del poder se utiliza de forma negativa para definir a un sector de la sociedad vinculado con las ideas progresistas y de izquierda.

También les endosan una “agenda woke”, que incluye temas como el antirracismo, el feminismo, el matrimonio igualitario y los derechos de las personas que forman parte de la comunidad LGBTIQ+. De hecho, en su discurso de este jueves, Milei lo consideró “un cáncer que hay extirpar” y puntualizó las críticas en temas relacionados al feminismo, la diversidad, el aborto, la ecología y el cambio climático, la inclusión, la inmigración y la ideología de género. Dijo cosas como: “Feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado”; “La agenda LGBT quiere imponernos que las mujeres son hombres y los hombres son mujeres sólo si así se autoperciben”; “La ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos”; “Están dañando irreversiblemente a niños sanos mediante tratamientos hormonales y mutilaciones”.

Milei sacudió Davos con un discurso cargado de acusaciones que generó sorpresa y cosechó pocos aplausos

“El concepto ‘woke’ nace como una metáfora del despertar de la conciencia política frente a discriminaciones que estaban sumergidas y olvidadas. Es un movimiento para despertar a esa consciencia”, explica Ezequiel Ipar, director del Laboratorio de estudios sobre democracia y autoritarismos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) e investigador del Conicet, y añade: “En la derecha radical se usa como un tópico ideológico contemporáneo en el que invierten ese valor ético para que se convierta en algo negativo. Dan vuelta ese valor y lo ven como una perversión de la verdadera libertad, una degradación y un signo de debilidad de la comunidad política”.

Como si fuera un síntoma global generalizado, en el último tiempo -y al igual que figuras clave de la política estadounidense, como el presidente Donald Trump o el magnate Elon Musk– el Presidente se volvió uno de los mayores expositores del término en el arco libertario, el que utiliza para referirse despectivamente a figuras que considera adversarios u opositores a su ideología. Al no representar a un sector político en particular, la disputa discursiva que encaran, principalmente, desde el círculo libertario parece no tener un único enemigo. “Le dan ese uso porque no son partidos liberales, son conservadores y, en el fondo, reaccionarios. Tratan de movilizar resentimientos y prejuicios que están en la sociedad”, detalla Ipar.

En las numerosas oportunidades en las que Milei hizo alusión a esta palabra la acompañó de adjetivos que pueden considerarse despectivos e insultos. “Es su modo de establecerse en la controversia política; es legítimo que se burle de los valores de su adversario -aún cuando sean constitutivos de una democracia liberal-, pero oponerse es estar al borde de forzar los principios de la democracia”, continua el sociólogo.

Y analiza: “Que lo parodie, lo ponga en cuestionamiento, se burle o lo ridiculice está bien, es parte del debate. Ahora, cuando lo juntás con amenazas, degradaciones de la identidad de las personas o condenás a una condición particular, estamos en presencia de un discurso de odio. Lo que lo califica como tal no es el término sino la enunciación y todo lo que viene después en términos de agresividad”.

Sobre esto último -y en alusión a los dichos de Milei en el foro de Davos- coincide Santiago Armando, licenciado en Filosofía y profesor en la Universidad Torcuato Di Tella: “Esto va más allá de cualquier discusión sobre acción afirmativa o corrección política. Cuando dice estas cosas el terreno ya no es el del ‘antiwokismo’, sino que lidiamos con algo que se parece mucho a un discurso de odio. Si la cosmovisión woke es incompatible con el liberalismo, estas declaraciones de Milei lo son mucho más”.

Los orígenes del concepto “woke”

El término woke -nacido de la jerga de Estados Unidos- viene de la conjugación en pasado del verbo en inglés “wake”, que en castellano significa despertar. A mediados del siglo XX, comenzó a tomar densidad cuando fue utilizado por las minorías afroamericanas en Estados Unidos. En principio se instaló como una expresión relacionada con tener conciencia de la injusticia social y racial, pero luego se consolidó como una definición para otras minorías en reclamo por sus derechos.

Más de 50 años después, un violento hecho lo trajo de nuevo al discurso político y social: el asesinato del adolescente afroamericano Trayvon Martin a causa de un disparo efectuado por George Zimmerman en 2012, quien luego resultó absuelto por “pruebas insuficientes”. A partir de eso surgió el movimiento “Black Lives Matters” (Las vidas de los negros importan, en español), que se manifiesta en contra los numerosos asesinatos de afroamericanos, el abuso de poder y la violencia policial.

Milei en Davos.

Poco a poco, el término woke se amplió hasta llegar a cubrir también las luchas y valores asociados a la política progresista y de izquierda. Su llegada a la Argentina se dio en un contexto de instauración de las redes sociales como un foco importante de información, en la que los actores del arco político pueden dialogar. Un ejemplo tiene que ver con la portación de armas, un tema que se mencionó en la administración mileísta, pero que parece ser una idea importada de Estados Unidos. “Sale de otra tradición política: compraron el paquete completo porque mucha gente cercana a esas posiciones en EE.UU. armó una especie de constelación antiwoke. Todos estamos mucho tiempo en Internet, y uno aprendió a escandalizarse por esas cosas, lo afecten a uno o no. Somos adictos a Internet y consumimos problemas de agenda en otros países”, analiza Armando.

En esta misma línea, no ve una “adaptación específica” del término a la coyuntura nacional. “Cuando se habla de woke de modo crítico se importa el paquete completo. El fenómeno tiene que ver con que en EE.UU es originalmente positivo y después se volvió crítico. Sin embargo, acá nunca fue reivindicativo, importamos solo la crítica”, diferencia y considera: “Parece un esquema para un debate que no es necesariamente el argentino, pero ahora los debates están universalizados porque vivimos en Internet”.

Pese a que la palabra nació como una autodenominación, uno de los logros de la ultraderecha es haber conseguido que se convierta en un adjetivo negativo para referirse a un otro. “Algunos movimientos defensores de derechos, minorías e identidades se lo pusieron a sí mismos. Luego, fue apropiado y resignificado por las derechas y se convirtió en estigmatizante. Lograron apropiarse y convertirlo en una heterodenominación, una denominación que designa a un otro. En ese pasaje es cuando se convierte en algo despectivo”, detalla Sol Montero, socióloga especializada en teoría literaria y lingüística del Conicet.

“De esta forma, permite su uso estratégico como arma discursiva y política. Lo que agrupa, a diferencia de palabras como zurdo o progre, es que está designado como un sector que dice defender derechos, pero son ellos mismos los privilegiados”, remarca y manifiesta: “Hay una denuncia de hipocresía, de ser falsamente de izquierda, porque ellos son los privilegiados que ganaron la batalla cultural en los últimos años. Además, el uso del término woke por parte de Milei es un mensaje a las comunidades internacionales a las que le dice ‘estamos alineados, usamos el mismo vocabulario e importamos el término’”.

Milei apuntó nuevamente contra lo que él define como

Desde el otro lado, los sectores relacionados a la derecha y al conservadurismo comenzaron a hablar sobre una idea de “adoctrinamiento” de lo que ellos llaman una “agenda woke” impuesta sobre la sociedad. “Son una serie de debates que quedan etiquetados bajo el concepto de ‘agenda woke’. En la representación de Milei, es una manera de referirse a todo lo vagamente asociado a las cosas de la izquierda con las que no está de acuerdo. Para ellos, tomar en consideración otras dimensiones más allá de lo económico es lo contrario a la neutralidad liberal”, dice Armando.

E Ipar refuerza: “La agenda woke es un conjunto de demandas por integración y por la no discriminación, que no necesariamente implica que todas las propuestas tengan el mismo grado de validez que los principios que defienden. Sin embargo, estos partidos la simplifican y la llevan a los casos en donde la demanda tiene el aspecto de un absurdo y se contrapone”. El también doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA) expresó que el objetivo de esta referencia tiene que ver con “desvirtuar los principios que los movimientos defienden” y hacerlos responsables de una “imposición autoritaria”. Y ejemplifica: “En la Argentina se votaron las leyes de identidad de género, no se puede decir que fue una ‘agenda impuesta’: se debatió, se votó y la aprobación fue casi unánime de todas las fuerzas políticas de ese momento”.

Además de oponerse ideológicamente, los “movimientos woke” son acusados de tener posturas supuestamente autoritarias que atentan contra las formas democráticas y la libre expresión. Se los describe como apologistas o “policías” de lo que se debe hacer y decir. “Existe todo un aspecto de reglas de aplicación de las políticas que demandan estos grupos que son discutibles y tienen que pasar por el conjunto de la ciudadanía. Ellos lo hacen pasar por una agenda que no se consensua con nadie, es autoritaria, impuesta y no debatida”, remarca Ipar.

“Estos partidos enlazan con los movimientos radicales que reaccionan contra los procesos de integración. A principios del siglo XX, el mileismo y el trumpismo se hubiesen opuesto a los derechos civiles de las mujeres”, sigue y cierra: “Tienen una cosa medio fetichista, agarran un voz pública que dice algo relativamente a favor de la igualdad, lo toman de punto y se vuelven obsesivos. Y tenemos un Presidente que se suma a esa práctica”.