Ya no es el profeta que anuncia un cataclismo inminente. En su segunda presencia en el foro de Davos, Javier Milei irrumpió con el ímpetu de los vencedores a recitarle a la elite económica global las reglas de una revolución en curso. Entre un año y otro ocurrió el triunfo decisivo de Donald Trump, a quien él apostó a ciegas. Llegó la hora de cobrar.

La pieza narrativa que leyó ante un auditorio cargado de perplejidad corona la evolución ideológica de Milei. El hombre que durante años se declaró liberal en sentido amplio ahora se embandera en el conservadurismo radical que pregona desde hace décadas la ultraderecha europea y que Trump ajustó a la medida de sus necesidades domésticas.

Es una señal relevante en clave interna, de cara a las elecciones de este año. Milei deja a la vista sus intenciones de acelerar la conquista de todo el territorio del centro a la derecha –el Pro, ante todo-, como hizo el trumpismo con el Partido Republicano. A eso se refiere cuando insiste con la “batalla cultural”.

“No podemos mostrarnos blandos, porque nos va a pasar lo mismo que al gobierno de Macri”, dice un hombre de consulta habitual del Presidente. La baja de la inflación y el dólar quieto le dieron gobernabilidad y estabilidad al experimento libertario. La nitidez identitaria, si es extrema mejor, sería la llave de la consolidación política. El sueño de la hegemonía propia.

Los nuevos vientos del mundo empujan en el sentido deseado. Milei no habló de economía -su metié- en el mayor foro empresarial existente. Mencionó apenas nada de sus planes para la Argentina. Con letra de su gurú Agustín Laje, se centró en repudiar el feminismo, la diversidad sexual, la igualdad de género, la justicia social.

Se permitió incluso indignarse con la inmigración musulmana en Europa, en un giro tan extravagante como sería que el presidente de Francia ocupara tiempo de un discurso internacional en denunciar los estragos del paco en los barrios de La Matanza.

Hizo gala de un recurso retórico habitual en él, que consiste en sacar conclusiones generales a partir de un caso particular que se amolda a su argumento. Aludió a una pareja homosexual condenada por abusar de sus hijos adoptivos en Georgia, Estados Unidos, y alegó que “en su forma más extrema” la ideología de género equivale a la pedofilia. Con la misma lógica podría alguien citar el caso Pelicot para afirmar que el matrimonio es violación. O mencionar los abusos en la Iglesia para condenar la razón de ser de las religiones.

Las 10 frases más destacadas del discurso de Javier Milei en Davos

Pero Milei no fue a ganar una discusión. De hecho, no aceptó preguntas del público, contra lo que suelen hacer los jefes de gobierno que exponen en Davos. Tampoco fue a buscar inversiones, sino likes en redes sociales.

Elon Musk, el dueño de X, le ofrendó media docena. En uno de ellos el magnate tecnológico republicó un texto sobre Milei que decía: “Básicamente, fue a Davos a decirles que se jodan. Hermoso de ver”. Todo un indicio de que Trump escuchó. Misión cumplida.

Antes de la disertación, Milei había defendido a Musk, señalado por un gesto que muchos vincularon con el saludo nazi. Acusó a los “zurdos hijos de puta”, a los que advirtió: “Los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad”. Se filtró, ahí sí, una innovación: la intolerancia en nombre del liberalismo.

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y otros funcionarios dedicaron tiempo a negar que las posturas de Milei reflejen misoginia, homofobia, xenofobia o amenazas de persecución a los que piensan distinto. Es un andarivel argumental muy estrecho del que es fácil caerse y afirmar –como hizo Francos- que cualquiera es libre de hacer lo que quiera “puertas adentro”.

La ola trumpista

Resultó al cabo una prevención exagerada. No estalló ninguna crisis. Subido a la ola trumpista, el Gobierno quiso anunciar un proyecto de ley para eliminar la figura penal del femicidio y diversas formas de paridad de género.

“Estamos probando el agua”, ironizó un dirigente libertario. La primera sensación es que está calentita.

El blanco de la ofensiva ultraconservadora es el Pro. La Casa Rosada celebró el silencio de Mauricio Macri y los principales referentes del partido amarillo ante el discurso de Davos y el anuncio del proyecto de “igualdad ante la ley”. Tampoco se oyeron las voces de los radicales dialoguistas, que auguran un acuerdo electoral con La Libertad Avanza (LLA).

El endurecimiento ideológico de Milei –que incluyó la refutación al concepto de femicidio- fue celebrado por Patricia Bullrich desde Disneyworld, adonde llevó a sus nietos. “Excelente. El mensaje es claro: se acabó la era de los débiles, empieza la era de los valientes”.

Bullrich, en 2015, antes de una marcha en el Congreso para reclamar medidas contra los femicidios

Trece años atrás, en una de sus encarnaciones anteriores, Bullrich había sido una de las diputadas que con más énfasis defendió en el Congreso la inclusión del femicidio como agravante penal. El 18 de abril de 2012 dio un discurso emocionado para acompañar la aprobación, en el que destacó que se hubiera podido alcanzar unanimidad en aquellos tiempos de grieta extrema con el kirchnerismo. Cuatro años después, ya como ministra de Seguridad de Macri, eran habituales sus posteos en redes con el hashtag #ni una menos. En 2019 afirmaba que “los femicidios son la cara más cruenta y visible de la violencia contra las mujeres y este delito es uno de los principales desafíos que enfrentan los países latinoamericanos en materia de seguridad ciudadana”.

¿Será otra prueba de cómo Marcos Peña y Macri la obligaban a esconder su verdadera esencia?

Retenciones y sorpresas

El macrismo, asediado por la operación de pinzas a la que lo someten los libertarios y la propia Bullrich, optó por celebrar el anuncio de la baja de retenciones e ignorar el brote de reformismo social de Milei. El paso de los días va dejando en evidencia el dilema que enfrentan tanto el Pro como algunos radicales: el Gobierno les ofrece un acuerdo electoral “de supervivencia” que tiene por precio aceptar un ideario ajeno, como paso previo a la fusión en un movimiento acrítico de apoyo al líder. La alternativa es competir con lo puesto, a riesgo de la derrota.

Jorge Macri, con anuncios de campaña cotidianos

Milei sube a diario la presión. Esta semana apuntó contra Jorge Macri por haber contratado como consultor de campaña al catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, a quien llamó “basura” por su trabajo en la campaña de Sergio Massa en 2023. ¿Qué diría si llegara a enterar que la empresa de su adorado Santiago Caputo asesoraba en la misma época a Wado de Pedro, fallido candidato presidencial camporista?

Otra vez: el Presidente argumenta con la lógica fragmentaria, emocional y simplista de la comunicación de redes, refractaria a la exposición de evidencias. Lo relevante es su decisión de resaltar la distancia con el macrismo, al que está decidido a enfrentar en la Ciudad. No dudará, dicen fuentes oficialistas, en jugar un candidato de peso (¿Manuel Adorni?) en una batalla en apariencia menor como es la elección a la Legislatura porteña, anticipada por Macri al primer semestre. Lo interpreta como un desafío estratégico: ganar en la Capital podría marcar el inicio a un desfile electoral en todo el país.

El horizonte todavía resulta brumoso. El Gobierno está cerca de destrabar la ley de suspensión de las primarias. Solo después se sabrá si Axel Kicillof desdobla o no también las elecciones bonaerenses –de lo que depende en gran medida su vínculo con Cristina Kirchner-.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof

La obsesión por salir airoso del desafío de las urnas permea toda la actividad presidencial. Su radicalización ideológica es una forma de mantener el espíritu disruptivo en un año en el que los cambios económicos serán, por fuerza, más cautos. La prioridad consiste en no correr riesgos innecesarios. Inflación a la baja y dólar quieto son dos imperativos innegociables de acá a octubre.

El sorpresivo anuncio de la baja de retenciones a los productos del agro responde a esa lógica. El martes el ministro de Economía, Luis Caputo, había sido áspero al cuestionar el reclamo de los gobernadores Maximiliano Pullaro, Martín Llaryora y Rogelio Frigerio. El jueves apareció en jeans y zapatillas anunciando la medida que horas antes parecía descartar.

Su sobrino Santiago, en coordinación con el propio Milei, impulsaron el anuncio como una jugada de anticipación. Había una oportunidad de capitalizar una decisión inevitable en lugar de correr de atrás.

Ante la baja del precio internacional de los granos, las flojas lluvias y la suba del costo de los insumos, el humor de los productores amenazaba con estallar. Las dudas respecto de cómo sería la liquidación de la cosecha gruesa en esas condiciones tenían en alerta a los mercados. Esta semana el Banco Central vendió más dólares de los que compró y las reservas brutas perforaron el piso psicológico de los US$30.000 millones.

Luis Caputo y Manuel Adorni anunciaron la baja temporal de las retenciones al campo

La baja de las retenciones devolvió la calma. La medida incentiva la liquidación rápida, lo que garantizaría una fuerte entrada de divisas en el primer semestre del año. En ese lapso, Milei aspira a cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le permita obtener hasta 12.000 millones de dólares.

La expectativa de levantar el cepo cambiario antes de que arranque la campaña sigue viva, si el FMI y el campo acompañan. Pero reina la precaución. Milei dijo en Davos que el objetivo es “entrar a 2026” sin restricciones cambiarias. “No soy libertarado”, volvió a enfatizar. Es su forma de describir el pragmatismo que mueve sus acciones. Lo dice con el fastidio de quien sabe que de él se espera ruptura y estridencia.

Agitación ideológica

Si no es momento para las grandes reformas (jubilatoria, fiscal, laboral), la agenda “antiwoke” aporta la cuota necesaria de iniciativa y agitación política. Al abrazar ideas que no estaban en su lista de prioridades, Milei revela también su capacidad de adaptación como dirigente. En la campaña electoral solía presentar su fórmula con Victoria Villarruel como una combinación entre un alma liberal-libertario, como la de él, y otra conservadora, como la de su vice.

La necesidad lo llevó a encarnar aquello percibía como ajeno, al costo de desprenderse de una parte de sí mismo. Decía Milei antes de ser presidente: “Una persona de derecha es alguien a quien no le importa con quien comerciás, pero no te deja que te metas en la cama con quien quieras. A uno de izquierda no le importa con quién te acostás, pero no te deja hacer transacciones comerciales con quien vos quieras. Un liberal-libertario es alguien que cree en el respeto irrestricto del proyecto de vida del otro, así que no le importa con quién comerciás ni con quién te acostás”.

Donald Trump y su esposa, Melania, en Swannanoa, Carolina del Norte, en el primer viaje de su segunda presidencia

La irrupción de Trump lo invita a revisar su biografía y mostrarse como el mejor alumno. En su entorno llegaron a medir la conveniencia de impulsar proyectos para revertir la despenalización del aborto y la derogación del matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque por el momento se los considera demasiado divisivos para un año electoral.

La incógnita por resolver es cómo pagará Trump el alineamiento argentino. Milei entendió bien que la adulación es la forma más efectiva de ganarse el corazón del nuevo jefe de la Casa Blanca.

Pero lo que necesita la Argentina es su bolsillo. Y en ese aspecto lo que mueve a Trump –negociador nato- es el interés puro y duro. ¿Qué pesará en él a la hora de tratar con el mundo, su pulsión proteccionista (“Estados Unidos primero”) o la consolidación de un esquema geopolítico, que requiera ayudar sus aliados?

Milei se ilusiona con una internacional derechista que los incluya a ambos, más Giorgia Meloni, Nayib Bukele, el húngaro Viktor Orbán, Benjamin Netanyahu. El nuevo poder norteamericano lo recibió con aplausos, sonrisas y premios durante la investidura presidencial en Washington. De Trump recibió, al parecer, una cariñosa palmada en el hombro. No consiguió el beneficio de que semejante gesto quedara inmortalizado en una foto.