Javier Milei festeja junto a su hermana, en la jura de diputados.

El anuncio de la convocatoria a sesiones extraordinarias del Congreso pasó inadvertido, perdido debajo de los títulos sobre el sorteo de los grupos para el Mundial. Esperable, lo que viene sería un primer tramo, entre el miércoles próximo y fin de año, con foco en el Presupuesto y reformas que, sin dudas, demandarán un segundo y más largo capítulo de verano, en enero y hasta fines de febrero. Será el estreno del “nuevo” Congreso, que arrancó con un festejo tribunero del Gobierno, encabezado por Javier Milei desde un palco, y que presenta una prueba singular: el oficialismo, que aumentó enormemente su peso legislativo, ya no tiene “socios” -porque los absorbió- y debe negociar con “dialoguistas” que de diferente modo pero mayoritariamente remiten a intereses provinciales. No hay gravitación partidaria.

El armado de la bancada oficialista en Diputados terminó expresando mucho más que el resultado directo de las urnas. De hecho, tradujo el efecto político, que supera el reparto de bancas según lo cosechado en cada provincia. En concreto, ese efecto político transformó a LLA en una especie de “pacman” que se comió todo lo que se venía pintando de violeta, en particular integrantes del PRO y algunos radicales. También le permitió fisurar al peronismo/kirchnerista.

La cuenta, entonces, dio un número mayor al de la simple suma de legisladores en función del reparto proporcional en Diputados. Añadió a los que saltaron ya sin vueltas desde otros espacios, atraídos por el imán ganador, que había quedado en duda con la derrota bonaerense de septiembre. Y facilitó actitudes algo más jugadas como la del catamarqueño Raúl Jalil, aliado peronista que se animó a romper con UxP, junto al juego pragmático del santiagueño Gerardo Zamora y de los misioneros que responden a Carlos Rovira.

El resultado práctico está a la vista. El oficialismo se convirtió en primera minoría de Diputados: 95 bancas alineadas sin vueltas con Olivos. Pintura del deterioro de CFK, el kirchnerismo vio como el peronismo, bajo su dominio, fue desbancado de ese lugar, en una pendiente que ya había dejado atrás los años de mayoría legislativa. Es un dato agravado porque, a la par, vio reducirse a la mínima expresión su poder territorial, expuesto como un módico grupo de gobernadores.

El giro producido en Diputados provocó una celebración muy ruidosa del Gobierno, con un solo elemento de cuidado, apenas visible en medio de tanto festejo. El Presidente se mostró eufórico junto a Karina Milei y Manuel Adorni en la jura de los nuevos diputados. Fue un acto que mezcló desmesuras, no sólo de la delegación oficial, y juramentos que resultaron hasta patéticos. Cruces de tribuna.

Sin embargo, Milei mantuvo esa especie de autocontrol poselectoral -una contención que cada tanto igual se rompe- y evitó descalificar a todo lo que no sea estrictamente libertario. Es una práctica asociada al compromiso de búsqueda de consenso asumido en la relación con Washington. Y alimentada por la necesidad de coronar sus principales proyectos. El desenlace de las negociaciones con los jefes provinciales y con legisladores depende de negociaciones aún abiertas. Es una amplia operación que ocupa en especial a Diego Santilli y al “karinista” Martín Menem. A su modo, se suma ahora Patricia Bullrich en la Cámara alta.

Postal de la jura de los nuevos diputados, con LLA como primera minoría

En Diputados -motivo central del festejo de Olivos-, la disputa por la primera minoría y la crisis de representación partidaria aceleraron los movimientos en una franja heterogénea dispuesta a las tratativas con el Gobierno y, a la vez, necesitada de acuerdos que “paguen” concretamente atendiendo los reclamos de sus distritos. Resulta paradójico: los “socios” absorbidos por la LLA tienen menos para ofrecer que quienes tratan de mantener sus espacios para negociar. Y se añade otro dato original: el grueso de los gobernadores juega en esos interbloques que se fueron armando para mejorar su peso frente al poder central.

Fuera de la LLA y de UxP, existe un variado conjunto con dos o tres expresiones que serían determinantes para definir votaciones. No son homogéneos y hasta pueden sufrir fisuras. Asoman legisladores predispuestos a los entendimientos, otros que se sienten desairados y también soldados que atienden exclusivamente indicaciones de sus jefes políticos, básicamente gobernadores. El oficialismo necesita sumar 34 para lograr quórum y tener garantías de éxito para sus proyectos.

La disputa a resolver sobre la consideración como tercera minoría enfrenta a dos interbloques. Uno reúne al golpeado PRO, un fragmento radical y un par de aliados. Y el otro, a algunos radicales, amarillos y provinciales. Cada uno cuenta con 22 bancas. Un número atado en los dos casos a vaivenes domésticos.

En el primer caso, el interbloque fue armado después de negociaciones encaradas por Cristian Ritondo y parte de la UCR, que sufrió otra fisura, Cuenta con gobernadores que jugaron localmente en sociedad con la LLA, como el caso de Mendoza y Chaco. Y finalmente fue agregado el aporte del correntino Gustavo Valdés, que antes había arrimado a Provincias Unidas y cuyo nombre circula para la conducción radical.

El otro espacio nuclea a legisladores que responden a los gobernadores de Santa Fe, Córdoba, Chubut, Jujuy y, dudoso, Santa Cruz, además de la CC y otras piezas de Encuentro Federal. No fue fácil y hubo tensiones y conversaciones de última hora entre Miguel Angel Pichetto y Mximiliano Pullaro.

Quedó planteada otra confluencia, entre gobernadores peronistas que rompieron en distintas etapas con el PJ/K. Suman salteños, tucumanos y catamarqueños -los últimos en dejar a UxP-, además de algún provincial. Es un interrogante aún el grado de organicidad con que se moverán. Queda además un puñado en bloques más reducidos. La izquierda, por supuesto, cuenta en cálculos de oposición cerrada.

Hubo contactos sin resultado, hasta ahora, entre integrantes de los dos interbloques que se disputan el tercer escalón de Diputados. Ese estado de fragilidad puede ser explotado por el Gobierno, pero también le exige atender muchos canales o ventanillas. Demanda paciencia en el circuito de Olivos, cuyo imaginario no borró la tentación hegemónica aunque necesita negociar porque los números no alcanzan. El “pacman” violeta acaba de exponer su voracidad; también, sus limitaciones.